"Sobre todo cuando perdemos", por Carlos Torices

 El conserje de El ministerio del Tiempo, cuando tiene un mal día, aprovecha algún ratín que nadie mira para escaparse a aquel sábado de 1996 en el que el atleti cantó el alirón en el Vicente Calderón. Por aquel entonces era un chaval, lo vio junto a su padre que en paz descanse. “Lo he visto 40 veces, y cada vez lo disfruto más.” La puerta a aquel día es la 58, precioso homenaje de Javier Olivares a su hermano Pablo. El Calderón tenía 57 puertas y dos anfiteatros, pero siempre se dijo que la 58 era la que daba el tercero, el más alto de todos, desde el que ven el partido y cantan a su equipo los colchoneros que ya no están entre nosotros. Pablo Olivares, cocreador de la serie, no llegó a verla estrenada. Siendo colchoneros de cuna los dos hermanos, Javier plagó de homenajes la ficción. Unos años antes Pablo hizo un cortometraje fabuloso, ‘Campeones’ (1997). Basado en hechos reales, cuenta la historia de un padre y un hijo que escuchan por la radio el último partido de la liga 70-71, en el que el Atleti acaba perdiendo el encuentro que le daría el campeonato. El padre, enfermo terminal, a sabiendas de que lo más probable es que no vuelva a vivir una oportunidad así junto a su hijo, vuelve la cabeza hacia la ventana y se echa a llorar. A moco tendido, el hijo no entiende la reacción tan desproporcionada de su padre. “Si el que lloraba cuando perdíamos era yo. Siempre me dices que solo es fútbol.” Le dice a su padre. En vano, porque sigue llorando largo rato. El niño, de pronto, le dice algo a su padre que le permite dejar de llorar, recomponerse y volver el gesto hacia su hijo: “El año que viene ganaremos la Liga, ya verás.”


Cincuenta años después de aquella liga, aquí me hallo. Barajas, T1, Sabina en los cascos. Nada mejor que hacer que dedicarle unas palabras a mi Atleti. Ayer perdimos contra el Madrid en Champions, como siempre. Lo vi con mi padre, como todas las noches importantes. Hemos visto juntos cinco derrotas contra el Real Madrid en esta competición, dos finales incluidas. Y es que ayer igual fue la más cruel que yo recuerdo. En el Metropolitano, con nuestra gente. En el salón, padre e hijo. En silencio, de rodillas, confiamos hasta el último penalti. Se le escurrió el balón de las manos a Oblak. “Se ha confiado con que lo paraba” decía mi padre, antes de apagar la tele. Y ahí estamos de nuevo, en silencio a las 23:45 de la noche. No debería tardar en irme a dormir que al día siguiente madrugo para ir a Edimburgo. Pero algo me hace parar y volver sobre lo vivido. Queramos o no, la realidad acaba por imponerse. Unas expectativas formadas en base a las cuales vivimos y actuamos que se deforman entre los dedos como plastilina de Play-Doh cuando intentamos agarrarla. Ser del Atleti es como ser Alonso Quijano.

Levanto el gesto en el Starbucks de la T1, medito cómo continuar esto. Qué dramón me está quedando por amor de dios. El café ya lleva frío un rato. En la mesa de enfrente, un paisano de cincuenta años con una sudadera del Atleti. Me entran ganas de llorar y cagarme encima al mismo tiempo. Digámoslo con la franqueza necesaria, para mi ese hombre de enfrente no es un hombre, es la virgen de Fátima. Me entran ganas de levantarme, acercarme a él y pedirle un autógrafo. Tiene un coraje y un valor para vivir del que yo carezco. Y no es que hoy no me sienta lo suficientemente orgulloso de mi Atleti como para no llevar el escudo en el pecho, si no que igual si lo hago al llegar a Edimburgo he llorado tanto que Candela me tiene que acompañar a urgencias para que me hidraten por vía intravenosa. Y no es plan, no tengo seguro de viaje. No considero necesario acercarme a él a preguntarle qué es lo que siente para llevar la camiseta hoy porque sé lo que me respondería. Me recordaría que ayer, delante de nuestros ojos, tuvimos la luz de la esperanza en la que seguir confiando. Unos jugadores y un entrenador que se sobreponen al miedo con esfuerzo y sudor, dejándose la piel por conseguir la victoria. Porque confían, y si ellos confían, nosotros confíamos. Oblak, Lenglet, Giménez, Llorente, Reinildo, Gallagher, Barrios, De Paul, Giuliano, Julián, Griezmann, Lino, Molina, Le Normand, Azpilicueta, Sorloth, Correa, Riquelme, Serrano Lemar, Musso, Galán y Koke, nuestro capitán. Simeone, nuestro entrenador. Para mi no sois héroes, sois genios. 


“Ganamos la Liga dos años después, pero mi padre murió ese verano. Ahora voy al fútbol domingo sí, domingo no, cuando jugamos en casa. Cuando escucho las alineaciones por la radio, después de comer en casa de mi madre, cuando leo el As y el Marca, cuando cruzamos el río para ir al Calderón y vemos a los chavales con las bufandas y las banderas, un domingo sí y otro no, me acuerdo mucho de mi padre. Sobre todo… Sobre todo cuando perdemos.” No sé cuando será la próxima vez que nos enfrentaremos al Madrid en Champions, pero sé que para entonces les ganaremos. Y lo veré junto a mi padre. Mientras tanto, seguiremos luchando partido a partido.


Aupa Atleti

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