"Días de Lluvia" por Álvaro Alonso

En este invierno en el que las borrascas tienen nombre y casi una personalidad propia, los días de lluvia y nubes se amontonan como si en esta tierra que me envuelve llamada Galicia estuviera en competición por ver si nuestros paisajes pueden ser aún más verdes. Días atrás en mi tramo de bus de la estación de tren a mi casa, una anciana le comentaba a otra: “A ver se con este inverno de chuvias hai menos incendios no verán, oh”. Por desgracia no es así. Pero ella no es la primera ni la única que le intenta buscar lo positivo a esos interminables días de lluvia fina o llovizna.

Es evidente que este tipo de días en términos medioambientales son extremadamente positivos. Estos párrafos no los llevo por ese camino sino la búsqueda de consuelo frente a la tristeza que el día transmite al levantar la persiana. Contagian un humor apagado. Intenten, por ejemplo, encarnar los días de lluvia en una persona según su percepción. Mi personificación sería un individuo con ojeras, ceño fruncido, bajo de forma, brazos caídos, andares poco uniformes y, tal vez, con un peinado poco cuidado (lo que ahora se llama casual, para disimular que no se apetece arreglarse por las mañanas).



Realmente no sé porque tenemos esa visión. Imagínense que los días de sol fueran los odiosos y los de lluvia los adorados. A mí se me desconfigura la cabeza de pensarlo. Pero en mi caso, una vida completamente estudiantil, es evidente que en general la época de lluvias y nubes son las de los estudios (otoño, invierno y parte de la primavera) y la época de sol y calor son las vacaciones, amigos y pueblo (verano). Aunque es cierto que es detectable una gran incoherencia, y es que mientras escribo este comentario, tengo allá fuera un día reluciente. Y hará cosa de tres semanas, nos abordaron unos días de primavera maravillosos. No los pude disfrutar por trabajos varios, pero el sabor de boca al levantar la persiana y ver ese azul intenso dominando el cielo, es otro. A pesar de tener que verlos desde esa misma ventana durante toda la semana, se estudia de otra manera cuando al desviar la mirada al paisaje reluce esa luz intensa que manda al que llaman Lorenzo. Eso sí, siempre teniendo en el fondo de mí, la convicción de que llegará el momento en el que estaré ahí, disfrutándolos.

En este punto vuelvo a la conversación de las ancianas. Ellas buscan lo positivo de la tristeza que tienen los días de lluvia y yo busco lo positivo de esos amados días relucientes que no se pueden disfrutar. Hasta en el clima somos unos esperanzados ¡Que viva los días de lluvia, por hacer más especiales los de sol! y ¡viva los días de estudio por hacer más especiales los de vacaciones!


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