"Sentidiño" por Álvaro Alonso


         Fijen su mirada en lo que está sucediendo ahora mismo. Solamente tengo 20 años, pero en todos ellos, mis ojos no habían visto nada igual, a pesar de las visiones de mundo funambulista que tuvieron crisis como la del año 2008, la del ébola o como la territorial muy recientemente. Pero la interrupción del curso escolar, suspensión de todo el entretenimiento (cine, fútbol, baloncesto, F1, fiestas populares…), la recomendación prudencial de confinarnos en nuestras casas, el cierre fronterizo de países o la más que probable suspensión de unas elecciones autonómicas, es algo que desde luego no sucede cada vez que uno se levanta por las mañanas.

No nos llegamos a dar cuenta de lo que estamos viviendo; un momento histórico que derivará en una grave (otra) crisis económica. Lo más probable es que en unas décadas, más de uno esté contándole a sus nietos e hijos lo sucedido en estas fechas de marzo de los años 20. Cuando todo el mundo se asoló y un virus convertido en pandemia frenó en seco a muchísimos países.

Pero, por el amor de dios, esto no es el siglo XX, no “nos vamos a morir todos”. Me refiero a esos ridículos mensajes apocalípticos que a veces más bien parecen deseos por parte del miserable individuo, y que se amplifican por unas redes desbocadas parecidas al petróleo por el mar en el Prestige. Si han tenido la oportunidad de escuchar estos días la Tertulia de Médicos, Donde Alsina, o cualquier programa con una información veraz sobre lo que nos está ocupando, podrán ver una realidad mediada y unas recomendaciones muy razonables ante un virus que se extiende mundialmente. Pero ello no supone ser un Echenique y minusvalorar esta pandemia con la teoría de la conspiración de los medios. Encontrar el término medio siempre es un objetivo difícil en esta sociedad de extremismos y voces altas, pero les animo a intentarlo.

Esto es un tema serio, es salud, no valen medias tintas ideológicas ni sandeces banales. Si se suspenden las clases debido al peligro a que se expenda el virus por ellas y de ellas, a personas vulnerables, lo lógico sería que no te vuelvas a tu ciudad de origen como pollo sin cabeza. Pero se ve que, para una santiaguesa pensar en ello era demasiado para su pobre cerebro. O ese video de El Intermedio que navega por internet en el que se le da voz a unos universitarios poco dados a la lógica, los cuales se tomarán estas semanas como una jornada vacacional de fiestas y chupitos. ¿Se justifica por tanto la urgencia del desarrollo de un desfibrilador de tontos?

En Galicia se llama sentidiño al sentido común y fue palabra gallega del año 2019 para la Real Academia Galega (RAG). Tiene un uso menos frecuente que el depende, pero es recomendable su aplicación para todos. Con “un pouquiño de” delante de ella, se hace la frase necesaria para el virus de tontería que nos ataca.










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