Los junio, julio y agosto de la vida de este
universitario que les escribe son exclusivamente para el visionado de series. No
pocas, la media alcanza los cuatro o cinco capítulos al día. Normalmente me
dejaba llevar por la temporada de Emmy que marcaba lo que iba a ver en mi
pantalla, pero el paso de los años hizo profundizar e indagar, ampliar las
miras, y mis exquisiteces fueron cambiando. En este camino me he encontrado
todo tipo de metrajes y experiencias cinematográficas incomparables que
llenaron mi vida como ninguna otra cosa lo hizo hasta el momento.
Mi verano seriéfilo de este año ya aterrizó
hace unas cuantas semanas, pero he decidido pararme especialmente en una de las
que está dando mucho que hablar en los últimos días, Normal People, de la BBC y
Hulu (en España el 16 de julio en Starzplay). Está basada en el bestseller escrito
por Sally Rooney y tiene su argumento en Irlanda, centrádose en la relación
sentimental entre Marianne (Daisy Edgar-Jones) y Connell (Paul Mescal), todos
sus entresijos, pasión y crudeza que todo primer amor tiene.
Normal People es un relato íntimo, sensitivo y
sensual sobre la relación entre dos personas muy diferentes, pero que a medida
que pasan los capítulos se funden en una sola persona encarnada en su amor. En
ello hacen un trabajo excepcional Daisy Edgar-Jones y Paul Mescal, en la
interpretación de la sensibilidad tanto en los momentos hondos del amor, como
en la acritud que tiene todo noviazgo. Podría quedar soso y repetitivo el
famoso “parece que son pareja en la realidad”, pero así es. Ambos actores
tienen una química fabulosa, lleno de miradas, gestos y caricias que muestran a
la perfección la naturaleza de la relación en cada escena.
Ya se presenta en el propio título la tónica
que seguirá; gente normal con sus problemas normales. No ofrece nada
excepcional en este sentido, lo cual acaba convirtiendo en virtud. Amar a una
persona por primera vez es algo por el que cualquiera va a pasar tarde o
temprano, simplemente profundiza en ello inmensamente. Muestra una perspectiva
concisa y dura de problemáticas que se podrían encontrar en cada instituto. En
este sentido toca un aspecto muy importante de las relaciones sentimentales,
como es la presión de grupo. Ese conflicto personal de él, perteneciente al grupo
más popular, y de ella, apartada, marginada y vejada. El sufrimiento de él en
el choque frontal entre cuadrilla y amor, y el de ella al sentir que su amado
no está a su alcance. Pugnas morales y sociales que se fusionan a su vez con la
edad y la etapa vital, para crear en el individuo una visión del mundo como el
lugar en el que sólo se sufre. ¿Les suena?
Incluye una dirección fabulosa que provoca una
empatía pegadiza en el espectador, gracias a su cercanía natural, con unos
primeros planos que cercan la sentimentalidad del momento. Otra traza
destacable y que funciona como columna de todo lo anterior es esa lentitud de
las conversaciones que incluyen unos silencios tan palpables como compasivos
para el espectador. Ello permite darle importancia a algo tan central en esta
serie como las miradas, para percibir los pensamientos de los personajes.
La serie va evolucionando por fases a medida
que los personajes van cambiando, conociéndose y progresando en los diferentes
periodos que cualquier relación tiene; el flechazo, el sexo sin frenos, las
dudas sentimentales… En este punto la relación adquiere particularidades en el
lugar adecuado; el de las dolorosas rupturas y los adorables reencuentros. La
relación entre Mariane y Connell se acaba transformando en un amor de idas y
venidas, por las circunstancias de esa vida que se empeña en separarlos
constantemente. Pero si hay algo que saca en consideración esta miniserie es
que el amor es ese elemento de fuerza que siempre atrae a sus participantes al
mismo punto. Eso que supera todos los límites y nunca se olvida; algo
exagerado, pero quien ha estado enamorado, probablemente se vea identificado
cuando se pase por esta historia.
Tampoco quiero profundizar hasta lo más hondo
de la serie, porque significaría cerrarles la puerta de la sorpresa al verla
por primera vez. Esta obra nos abastece, de forma brillante de una pequeña gran
historia, con tres evoluciones simultaneas; la de Marianne, la de Connell y la
de los cruces vitales entre ambos. Y no hay nada mejor que eso en doce
episodios bien contados.
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