Comentario Cortometraje Mi ojo derecho, por Carlos Torices Sanz
El cortometraje comienza con nuestro personaje principal negándose a ir a despedirse de alguien, que posteriormente sabemos que es su abuela. Tras esto, se nos introduce un elemento (el caballo de juguete) tras un plano de su ojo derecho, introduciendo de forma explícita y simbólica la premisa del personaje: sus recuerdos (el caballo) de la infancia junto a su abuela (de la cuál era su “ojo derecho”) le hacen dudar sobre no despedirse, idea sobre la cual sabremos más.
En el coche sólo vemos su ojo izquierdo a la par que tales recuerdos impactan en su mente y la pantalla. Esto, junto al comentario que hace al mirar al mar, nos expone el conflicto interior del personaje: ahora que le toca despedirse, se niega a aceptar o asumir su responsabilidad de haberse distanciado todos estos años atrás, pese a saber que la ha cagado; pero sus recuerdos con “la tata” le hacen despertar los sentimientos más profundos de su corazón. En los recuerdos se nos presenta a su abuela como un ser casi idealizado, un ser “de luz”, por ejemplo: en el plano del 2:22, tenemos un paneo que nos lleva desde el niño, que se encuentra bajo una iluminación baja, hasta su abuela, que está en la terraza, donde la pantalla se llena de luz blanca. Entre los recuerdos también se nos introducen dos elementos, que al final se nos dirá cuál es su valor simbólico, los caramelos y las palomitas.
Antes de entrar a la casa de su abuela, en voz en off se nos termina de contar cómo está hoy en día la situación con la abuela y llegamos a un plano muy significativo (el saludo a la madre), donde tenemos a nuestros personajes saludando a la madre. Aunque esta es la acción principal, están desenfocados, con una iluminación más gris que el lugar donde está el verdadero mensaje, el fondo sobre el que se encuentra el personaje principal. Allí está la playa, mostrada en los recuerdos y en la que pasaba tanto tiempo con su abuela, iluminada y enfocada, aportando y resaltando la idea principal del cortometraje: el personaje principal, habiendo torcido su camino (grises) y eludiendo su responsabilidad (desenfocado), se siente amedrentado por sus recuerdos los cuales le abruman (la escala del personaje en el plano es pequeña), y le hacen replantearse sus acciones, sacando a la luz el niño que lleva dentro.
Una vez dentro de la casa, la iluminación cambia completamente y se vuelve mucho más oscura, de hecho, mientras recorre el pasillo hasta “la tata” tan solo vemos la silueta del personaje mientras su cuerpo está casi en un negro opaco, sumiendo al personaje en la oscuridad en el momento en el que le toca hacer frente a eso que tanto ha tratado de evitar. Finalmente llega a la habitación, la cual se nos presenta muy fría. En esta escena la hermana juega un elemento diferencial, sirve como un foco más de presión para el personaje principal, terminando de dinamitar su duda interior, puesto que ella le muestra el cariño y la cercanía a la abuela que él no ha tenido. Así, se llega al punto en el que la abuela afirma que será la última vez que vea a su nieta y el chico toca fondo y va al baño. La escena en el baño es un momento brillante, en el que mientras el chico se mira al espejo habiendo tocado fondo, cae una gota en el espejo que parece una lagrima. Ahí se encuentra el personaje, que sigue autoconvenciéndose de que no es la última vez que verá a su abuela, huyendo de la realidad, sin querer admitir lo que sucede. Quién llora es el niño que lleva dentro, el que sale a la luz finalmente cuando vuelve a despedirse de verdad de su abuela. Así, al final supera esa barrera que le limitaba y florecen todas esas emociones, recuperando elementos que se nos presentan en los recuerdos, como son los caramelos y las palomitas.
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