"A las diez, son las cuatro" por Álvaro Alonso
Mis problemas digestivos me causan malas pasadas durante la noche. Nada asqueroso, no se preocupen. Simplemente me veo obligado a levantarme durante un corto periodo de tiempo para asentarme. Varias veces estuve hasta una hora deambulando por casa esperando a que la tormentosa incomodidad abandonara de su ocupación. Es una sensación horriblemente incómoda. La sal de frutas y medio vaso de agua ayuda a erradicarlo. Tarda. Pero lo hace.
En esos intervalos de tiempo solía
sacar la cabeza por la ventana como un perro el hocico, para respirar un poco
de aire (frio o muy frio). En este nuevo lugar que me acoge, a pijama, voy a la
terraza. La ciudad que, durante el día amontona ruidos de todo tipo, apaga
todos sus altavoces dejando paso a la nada. A veces, y sólo a veces, escuchar
el silencio sienta como un medicamento, la tranquilidad te domina y al
contrario que en el pueblo, el canto de los grillos no se amontona en el aire. El
único e inquietante sonido que tiene las entrañas de dejarse oír es de un
carrillón de viento. Quien diría que es escena propia de una película de miedo.
¿Letterface entrando por la puerta de la cocina?
El toque de queda está establecido a
las diez de la noche. Las calles de la ciudad, no sólo desprenden el frío
característico de esta estación, se respira la frialdad, la soledad, la melancolía.
El silencio se apodera de las calles antes de lo que debería. Se siente el
vacío absoluto cuando en plena calle eres capaz de escuchar tus pasos o el
tintineo de las llaves en el bolsillo. Tan sólo se dejan ver algunos intrépidos
que aprovechan hasta el último instante para pasear al perro. En ese trayecto que
separa la plaza de quedar y el portal de casa, la tristeza se respira y
se siente. La nada se apodera de todo tu ser como si todo lo que te rodea estuviera
vacío. Siento un dejà vu del pueblo en una de las ciudades más grandes del
país. Que contrariedad.
Ahora en Bilbao a las diez, son las
cuatro de la madrugada. Demasiado pronto para que se apague la vida.
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