"Echar de menos" por Álvaro Alonso

Hola de nuevo. Siento haber dejado en la estocada durante un tiempo a los pocos lectores que tengo el placer de agrupar en este blog. La vida universitaria deja un tiempo minoritario como para disponer de una cabeza serena disponible para la escritura. Tengo la suerte, o desgracia, depende del punto de vista, de que no me pagan por escribir, así que dejo este espacio a la inspiración momentánea.

El tiempo se reduce en mayor medida cuando un principiante empieza a desarrollarse como persona. A tomar ciertas riendas nunca tomadas. El resultado se puede tomar como positivo porque aún no he roto nada. Repito, aún. Lo primero que me soltaron algunos al comentarle la decisión de dejar el hogar que me acogió los primeros años de mi vida fue la siguiente: “vas a echar de menos que te hagan las cosas”. Mi contestación inmediata era siempre la misma: “en algún momento tendré que empezar a hacerlo”. Al fin y al cabo, es supervivencia. Se sorprenderán ciertos aparasitados que este es el menor de los problemas; crecer es bueno de vez cuando. Y llámenme friki o sonado, pero no se me da nada mal poner lavadoras.

Eliminada esa variable, cabe mencionar que es difícil añorar lo que se llevaba tiempo queriendo dejar. La gran mayoría lo echo de más. Pero hay una minoría que se salva. Como aquello que tuve que sacrificar en ese juego de pros y contras. No sé exactamente si ella sentirá de algún tipo de vacío tras mi marcha. Y es probable que nunca lo sepa.

Nadie sabe lo que es tener un perro, hasta que lo tienes. Miraba con altanería, previo a su llegada, a los que tenían animales por hijos. No se confundan, yo nunca llegaré a tal nivel, pero por momentos lo entiendo. Echo de menos ladridos y alegría al llegar, o las carreras al lanzar algo, o los vaciles permanentes, o la simple compañía. Supongo que, tras siete años y cero hermanos, era una situación previsible. No les voy a mentir, influye que es la única con la que no me puedo comunicar; quieras que no, con la familia está el teléfono (¡que a veces hasta es mejor!).

Imagino que la vida es eso, dejar cosas atrás por otras que se creen mejores. Abrir nuevos horizontes sacrificando momentos y seres que te aportaban lo único. Se espera que lo nuevo sea algo que minusvalore la pérdida. A veces no lo es, y todo se vuelve dramático. La vida se convierte de esta manera en una especie de quitaypon vital, un juego de luces y sombras en decisión tras decisión. En navidades la volveré a ver, me recibirá como siempre (ladrando) y me despedirá como siempre (tumbada). Así debe de ser la vida. Parece.

Comentarios

Entradas populares