"Lo que significa Eurovisión" por Álvaro Alonso

Veo Eurovisión desde que tengo cierta consciencia de lo que sucede a mi alrededor. Desde que me alcanza la memoria a ciertos recuerdos, débilmente, pero así es. Recuerdo vagamente la victoria de Dima Bilan allá por 2008 (en ese momento no sabía ni donde se celebraba) en tierras serbias, representaba a Rusia y si les digo la verdad, el cerebro tan sólo me alcanza a la celebración final. Esa en la que el ganador recibe el micrófono que lo corona cantante de Europa y vuelve a cantar exultante y triunfante, bajo los focos de todo el continente. Lo más bonito de ese instante final es pensar a donde tenemos que llevar la mente para el próximo año. Como sabrán la ganadora organiza el festival al año siguiente; recuerdo que ese primer año gritaba como buen niño sin sentido y sin vergüenza: ¡nos vamos a Rusia, nos vamos a Rusia! (ingenuo le llamaría el Álvaro del presente).

Dima Bilan representando a Rusia en Eurovisión 2008.

Desde entonces dio comienzo mi afición por este festival, y salvo alguna excepción muy aislada, le llevo prestando gran atención. Frente a otras experiencias pasajeras como espectador, este festival y la F1 han mantenido mi interés desde que les puse el ojo. A ambos los he situado en un lugar especial de mis inclinaciones como seguidor y por condicionantes que conlleva la vida, los he mantenido en mi predilección.

Iba a Eurovisión; el festival tiene en el día de hoy Rotterdam como escenario, debido a la victoria más justa (en mi opinión) de los últimos años. Ganó Holanda con la maravillosa y profunda Arcade en el año 2019, y debido a su cancelación en el fatídico año pandémico, derivamos en ese repetido “tras dos años largos”. Al 2021 no logro a ponerle un favorito claro; sí puede ser Italia, sí Malta o Francia, Suiza, Ucrania, Islandia o incluso Finlandia. A este año le pasa un poco como en el que ganó Conchita Wurst, no hay un despunte claro. Que lo hubiera habido, como quien sale en la pole, no quiere decir que vaya a alzarse, sino váyanselo ustedes a contar a Italia en el 17 o a Rusia en el 18 (ríanse, ganó su amiga Ucrania). Sí era favoritísima, y lo sigue siendo, Loreen en 2012 en una de las victorias más icónicas y aplastantes del festival. Y una canción que sonó hasta la saciedad, no sólo en altavoces eurovisivos, sino también en cada radio de aquel caluroso verano de Eurocopa.

Loreen representando a Suecia en Eurovisión 2012.

Si de mi dependiera ganaría Suiza, ese intimismo, esa pasión final, me tiene encandilado. Pero también Chipre y ese sabor que transmite a ser bailada a la vera de una discomóvil (Fuego en 2018 también lo era). Islandia con ese toque a canción que suena de fondo en un bar o en un guateque de cuarentones. Bulgaria con esa tranquilidad, ese tono reflexivo y hondo de escuchar mientras estás de bajón. Sea quien sea, como cada año, lo más importante es lo que algunos nos llevamos a casa, el sentimiento de haber disfrutado, de haber visto algo que nos gusta y de esperar otro año más a que se vuelva a repetir.

Gjon´s Tears, representante de Suiza en Eurovisión 2021.

Les digo que sé perfectamente las críticas que puede recibir este festival, y a usted lector, no hace falta que se las diga, son ampliamente conocidas y hasta a lo mejor usted es de los que está totalmente de acuerdo con ellas. No les voy a mentir, yo las entiendo y muchas de ellas las comparto, las reconozco.  Tiene muchas deficiencias y que no se pueden solucionar, al menos desde el punto de vista organizativo. Pero no es nada aceptable el “cómo puedes ver eso”, de hecho, es hasta contradictorio si lo visualizas desde una perspectiva amplia. Personas seguidoras de, por ejemplo, fútbol, sacando el mantra de que Eurovisión es un tongo… oiga usted, límpiese el ombligo que lo tiene lleno de porquería.

Eurovisión, al menos para mí, es algo más de lo que a simple vista se ve. Significa una o dos semanas de intensa lucha contra uno mismo por la decisión de saber cual es la que más predilección alcanza. Significa todas esas canciones que se seleccionan para escuchar en verano hasta sacarles todo el jugo. Significa mayo, el pistoletazo de salida al buen tiempo. Significa el reparto de puntos, nervioso, tenso y cabreado, con ganas de saber el final, pero no, porque entonces se acaba Eurovisión. Significa un espectáculo de horas, pero no de aburrimiento. Significa esperar con ansiedad mientras ponen esas actuaciones relleno. Significa una parte de mi infancia. Así que critiquen todo lo que quieran, yo lo seguiré viendo, y viviendo.

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