"Hacer nuestro agosto" por Álvaro Alonso
Volvió a acabarse el pueblo. Es inevitable y tal vez sea este uno de los factores por el cual lo idealizamos; lo difícil que es dejarlo, como si de arrancar una parte del cuerpo se tratara. Posteriormente estamos todo el año recordándolo, sea en la intimidad o cuando tenemos la oportunidad de hablar, los que lo vivimos, a través de algún medio tecnológico. Decía que lo idealizamos porque una vez allí hay días que son la nada o muy poco, sin embargo, con lo que nos quedamos (y bien está) es con esas últimas dos semanas. Son los días más frenéticos, mejor aprovechados porque comienza a sonar nuestro "tik tak" mental. Por lo que esta ansiedad ante la cercanía del fin la tapamos con planes, planes y más planes. Toda la tarde y hasta las tantas de la noche: "Pero padres, entended que hay que aprovechar".
Cada vez veo más plausible que los que tenemos la suerte de atesorarlo, somos quienes somos gracias al pueblo. En un porcentaje muy alto. En él nos sacamos a nosotros mismos, no sólo cuando nos dejamos llevar delante de una discomóvil, sino en toda su extensión. Tendemos a no escondernos a los demás porque gran parte de los que allí están, hacen lo mismo. Desnudamos nuestra forma de ser, y ello junto al hecho de vivir experiencias en una época tan especial como la vacacional, en un lugar concreto, alejado de nuestra vida, de nuestros problemas, de nuestra rutina; crea el vínculo. Uno especial, con personas concretas, circunscritas a un mes o como mucho dos. Ah, y esto. La brevedad, eso que nosotros odiamos encarnizadamente, es parte de esa esencia. Una pequeña época de vivencias y muchos meses de recuerdo.
He aquí uno que se plantó dos meses de verano en ese lugar. Probablemente la última vez que lo haga, no por ganas, sino por imposibilidad. Julio es una aventura, lo mismo es fantástico, que a medio gas. Ello no quita los fines de semana, pero este mes donde las olas de calor empiezan a llegar, podríamos denominarlo la pretemporada. Lo mollar de un verano pueblerino es agosto. Ese mes. ¡Qué mes! Llega la plantilla al completo salvo faltas puntuales. El disfrute es máximo y lo normal es unas mañanas inexistentes y unas tardes abarrotadas. Las noches, como diría el gallego, depende. Los fines de semana asegurados delante de una discomóvil.
Este año volvió a ser Quevedo, pero nunca en un grado cercano a la explosión social que creaba Quédate. Sonaron las de siempre, las habituales, sí, esas que unos cuantos bailan a paso sincronizado. También las nuevas, las que se denominan canciones del verano, ahora dominadas por el reguetoneo. Algunos las detestan, comprensible porque son las Marvel musicales. Pero animan, dan subidón y sobre todo porque por muchas reticencias que se tenga, son la banda sonora de esta época del año. Muchas se quedan en la retina, sobre todo para el recuerdo, para rememorar. A este que les escribe le pasará con la nueva versión de Puedes Contar Conmigo, los saltos que algunos pegábamos con ella importando poco si la copa salía despedida. Los implicados recordarán bien ese momento en esas fiestas de mediados de mes: "....que recordarás, las tardes de invierno por Madrid, las noches enteras sin dormir, la vida pasaba y yo sentía que me iba a morir de amor...."
Se llega sabiendo quien estará, quien no fallará, esos que están desde enanos, sin embargo, termina siendo una montaña rusa. Hay momentos malos, claro, cómo en todo. Pero siempre se conoce a alguien, nuevas personas, sí, o antiguas con las que se crea otro tipo de vínculo. Se piensa que será igual que el anterior, y no es así, se transforma, evoluciona de forma que continúe siendo un tiempo mágico. Los planes no son los mismos, unos llegan, otros vienen menos, mientras tanto nosotros crecemos tanto física como mentalmente. El pueblo nos va viendo cambiar, hacernos adultos y más fuertes. Más curtidos porque después de un curso entero con sus problemas y dificultades, con un sinfín de patadas en los cataplines, no nos queda otra que sobreponernos. El pueblo observa como ese niño inocente va despareciendo a la par que crece ese adulto cansado de ceño fruncido.
Ahora ya estamos en septiembre, el mes más terrorífico. “¡Volver! ¡Joder, no!”. El regreso vacacional es una cuesta arriba y muchas horas de morriña por aquel tiempo pasado. A lo que posteriormente le sigue el mal tiempo, el frío y los madrugones. Pero oigan, esto es otro factor que lo hace especial. Como los días de lluvia hacen a los días de calor, la rutina hace a las vacaciones. Echaremos y echamos de menos esa época, esas personas, esos momentos. Pero no caigamos del todo en el desasosiego, lo bueno del presente siglo es que podemos estar en un contacto constante. Y volveremos, porque el pueblo siempre vuelve a nosotros, y nosotros a él. Disfrutemos, porque pase lo que pase, al final de la travesía volveremos a reencontrarnos para hacer nuestro agosto.
Dedicado a todos aquellos que lo han hecho posible.
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Esa triple corona de pueblos. |
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Ese hermano incondicional, sincero, amable y de corazón colosal. |
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Esos crecidos críos que son mejores que nadie. |
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Esa nueva persona abarrotada de bondad. |
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Ese tocayo madrileño y madridista que de lejano pasó a muy cercano (salvo en el Pin Pon). |
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Esos intentos de reeditar una foto de forma realista. |
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Ese que alguien te mire como Hugo cuando irrumpe en una foto. |
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