"Nostalgia y repetición" por Álvaro Alonso

 Son los únicos exclusivamente de televisión. Los Emmy llevan 75 años de vida, los más grandes de la caja tonta tienen unos cuantos, pero fueron por siempre el "meh" de este mundillo. Había dejadez al recogerlos, como si de una fiesta de fin de año se tratara, lo relevante era la juerga posterior, “un Emmy pah que”. Una serie era cosa menor, lo que aportaba caché era una película o el Oscar. Las tierras televisivas eran una tercera división para el intérprete o cineasta. Sin embargo, el paso de los años, y sobre todo el siglo XXI le dieron alcance a su principal virtud; capaz de estar en cada casa y de acceder al contenido sin necesidad de moverte de ella. Por lo que es ahora cuando adquieren importancia, no hay unas pocas compitiendo por ellos, sino que tienen para elegir en cada categoría y permitirse el privilegio de dejar fuera. "No me lo puedo creer, somos los Oscar televisivos, niño"

Es la edad de oro de la televisión, que si echamos una mirada general es cierto. Ignorando a esos de “todo tiempo pasado fue mejor", por supuesto; nunca hubo tantas y de calidad considerable. Todo el que se precie está siguiendo alguna diariamente. Ello no quiere decir que en el siglo pasado fueran menores, aún siguen en nuestras pantallas esas que son eternas. Pero eran un puñado cada par de años y las comedias eran shows, sitcoms y atrezos. Ahora todo es más grande, más competencia, mercados y producciones, con la televisión a la carta como principal atracción para la audiencia. No hay que esperar a verlo cada semana o si se lo pierde es para siempre. Cuando quiera, como quiera y donde quiera.

Lorraine Bracco y Michael Imperioli.
(Fuente: NJ.com)

El rol de presentador recayó Anthony Anderson y estuvo notable. Lo ejerció como conductor, dando el paso a un lado frente al lema central de esta edición número 75. Un número redondo, especial en términos sociales y había que hacérselo creer al vidente. La Academia y Anthony lo entendieron a la perfección y optaron por apartar los chascarrillos para tirarse a la melancolía. Hacer una gala homenaje a la televisión a través de la conmemoración a grandes series que han marcado a la audiencia. Esas que permanecerán generación tras generación, esos metrajes únicos de historias y personajes que son una parte de nosotros. Comenzó Anthony estableciendo el tono, con su experiencia personal, encendiendo esa vela tranquila de la nostalgia. Culminó ese gran inicio dando entrada a Christina Applegate, y como para no emocionarse, una todóloga de la caja que sigue trabajando a pesar de padecer ELA.

Trajeron a Lorraine Bracco y Michael Imperioli por el 25 aniversario de una de las mejores de la historia, Los Soprano. También a gran parte del reparto de Cheers, actores de Martin, Community, It's Always Sunny in Philadelphia, Anatomía de Grey, Dos Hombres y Medio, Mad Men, Ally McBeal, American Horror Story, Juego de Tronos, a la inmortal Joan Collins de Dinastía y hasta entregaron una categoría con las noticias de Tina Fey y Amy Poehler en Saturday Night Live. Porque la televisión es esto, una construcción de años y años, trabajos y trabajos. Es todas esas ficciones o shows que han ocupado nuestras pantallas, los que nos han acompañado en nuestro camino y han significado una parte de nuestras vidas. Falling Skies fue mi primera, The Walking Dead la segunda, Breaking Bad esa que devoré en la ESO, Narcos la empecé después de selectividad, Frasier la universitaria, Stranger Things y Better Call Saul la que llevaba al verano pueblerino… ¿y usted cuales tiene?

El reparto de Cheers.
(Fuente: People Magazine)

Esa parte emocional de la gala brilló, tal vez porque sabían que en el fondo poco iba a haber. La entrega de premios fue exacta a lo predicho, a eso que se ve venir desde ya hace. Por lo cual es de reconocer la inteligencia de los organizadores en este caso, tapar la ausencia completa de tensión por el resultado envolviéndolo en una celebración de sí mismos con caras reconocidas y reconocibles. Hacer que merezca la pena quedarse en el sofá por si se rinde tributo a una de tus series. 

Han hecho exactamente lo que se esperaba de ellos. Riesgo ninguno. Ese trío de series que lleva dando a tabarra en estas semanas. Que desde sus nominaciones en julio se colocaron en lo más alto y hasta se permitieron el lujo de consolidar a sus actores, guionistas, directores y técnicos. El dominio fue tal, que anoche tan sólo dejaron cuatros categorías para el apartado “otras”. Hay que recordar que esta entrega se hace efectiva ahora, pero pertenece a septiembre. La huelga de diferentes sectores obligó a cancelarlos y se optó por llevar a cabo la gala cuando todo terminara. Por lo que lo premiado son de temporadas previas, no se pierdan, que veo a mucho confundido suelto que habla en exceso.

Ali Wong y Steven Yeun en Beef.
(Fuente: Los Angeles Times)

Beef nació de una bronca de tráfico angelina del creador de la serie con otra sujeta. La idea surgió y puso sus manos a escribir. Lee Sung Jin soñará con ese momento, ese instante en el que brotó la semilla de una miniserie con la que se proclamó tanto. Sería bonito también un reencuentro entre la sujeta y Lee, de la melancolía a las ostias, los Danny y Amy reales. Recoger con ella los premios de Mejor Guion y Dirección hubiese causado menos hastío. Cuando se levantó a recoger el último de Mejor Miniserie, parecía aliviado de que ya no tuviera que volver a hacerlo. Gana él, a levantarse. Gana Ali, a levantarse, gana Steven a levantarse. Llega a estar en su coche y los mandaba a todos a la porra.

Esta bronca se hizo hasta con ocho premios en el apartado limitado. Todos aquellos en los que tenía la potencia. Ni Evan Peters por meterse en la piel del terror hecho humano, Jeffrey Dahmer, pudo con Steven Yeun. Ese retrato de uno de esos asesinos en serie estadounidenses, que dejó a todos helados tras su estreno en Netflix. Pero no puedo ocultar mi alegría por Steven, ¡lo vimos crecer! ¡El coreano de The Walking Dead! El que nos agarró el corazón en seis temporadas para luego llorar su muerte espantosa a manos de Negan. Dejó a Glenn en el momento idóneo y desde entonces sigue escalando. Nominación al Oscar por la enternecedora Minari y ahora un porrón de premios por esta. Olé. Ali Wong hizo lo propio como actriz, que estuvo superior. Las sobras de este apartado fueron hasta dos. Sí, dos, y por las series de asesinos; Paul Walter Hauser por la actuación de su vida en Black Bird, mientras que Niecy Nash, una veterana de la televisión, por Monster (era la que pilló a Dahmer).

Jeremy Allen White en The Bear.
(Fuente: Rolling Stone)

Barry no ganó ni un premio anoche. De vacío, como suelen decir. Lo más difícil de hacer un metraje televisivo tan inmenso es cerrarlo en lo alto, a la altura de las expectativas que se han puesto. Bill Hader cogió todas las riendas, dirección y guion de todos los capítulos de la última, para hacerlo todo a su manera, para dejar a su Barry en el lugar que debe. Y lo hizo prodigiosamente, unos capítulos condensados que dejan estupefacto. Pero premio por ello ninguno. All in de The Bear, dejando para la plebe la única categoría en la que no tenía representación, la de actriz principal, Quinta Brunson de Abbott Elementary. Mejor Comedia, Jeremy Allen White, Ayo Edebiri, Ebon Moss-Bachrach y Christopher Storer, Guion y Dirección por los capítulos uno y siete. Y esto fue la primera temporada, la introductoria. La siguiente y ya emitida adquiere el cáliz de obra e incluyendo a actores invitados como Bob Odenkirk, Jamie Lee Curtis u Olivia Colman. Este suflé sí que irá a más.

Motivo para inflar de insultos este artículo es una estadística. Better Call Saul acumuló hasta 53 nominaciones desde su estreno en 2015, pero ninguna victoria. Exploten, que ardan las calles, los contenedores, saquen sus antorchas, sus cacerolas, que haya piquetes, manifestaciones y huelgas generales, que colapsen los sistemas y Wall Street. Es el spin-off de una de las series más aclamadas, la de Walter White, Breaking Bad. Construyó su premisa desde la tranquilidad, menos vibrante que su madre, pero con la idea de hilar sin error alguno su historia y personajes con ella. Expandir este universo sin que nada quede suelto y el resultado fue una masterpiece a la altura de su origen. El proceso es el mismo, la conversión en un villano sin escrúpulos de su personaje principal, pero de forma más paulatina. De Jimmy McGill a Saul Goodman, para en la última temporada mostrar su caída. Un relato contado con mimo, con detalles del universo Breaking Bad en cada fotograma de esos últimos capítulos. 

Bob Odenkirk en Better Call Saul.
(Fuente: Espinof)


Bob Odenkirk no tiene premio, no sólo por llevar ese proceso en cada particularidad de su interpretación, sino también por ese culmen de la perfección que es la escena del juicio. Rhea Seehorn tampoco, la que comenzó como acompañante y que se comió en pantalla al que en teoría era el líder de la serie. Kim Wexler, la clave de todo esto que nos estaban contando, la esencia de toda la trama, la verdadera protagonista. Las miradas de la escena final, a través de las verjas, esa sinceridad de dos actores que desarrollado uno de los duetos de la historia de la televisión. 

Succession no es cosa menor, sobre una familia de petardos a la expectativa de lo más preciado de la herencia de su padre; la empresa. Concluyó con esta cuarta temporada de forma sobresaliente, mezclándose con la política, con los hijos haciéndose cargo y destapando de la forma más carnal posible los conflictos internos de cada uno de ellos. Un relato moderno sobre el poder y la familia, que ha ganado en tres ocasiones la Mejor Serie en los Emmy, como anoche. Coronar su fin a uno de los dramas más reconocidos en años. Su creador Jesse Amstrong se hizo con su cuarto Emmy a Mejor Guion y Mark Mylod a Dirección por el capítulo de la boda de Connor (ese, sí, ese en el que por fin…), así como era lo vaticinado, Kieran Culkin, Sarah Snook y Matthew Macfadyen hicieron suyas sus categorías. Le quedo una para Jennifer Coolidge, que ya es de justicia que esta esplendida temporada italiana de The White Lotus reciba algo de cariño (es una miniserie, no un drama, pero que importa). Todo ello a pesar de Rhea, claro.

Kieran Culkin.
(Fuente: Variety)

Aun así, seamos sinceros, las tres series son brillantes, quedarán en nuestra memoria. Hechas con apego, en atención a los detalles, retratos cuidados de personajes muy complejos. Repartos envidiables e historias que mantienen los ojos pegados a la pantalla. Desenlaces equiparables a cuadros de los más grandes pintores. Pero han sido muy pesadas. Le han quitado lo suyo a series mito, inabarcables. Y eso es imperdonable, por mi parte al menos. 


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