Extraño extrañamiento ('Una batalla tras otra')

Ya me volvía a Barcelona al día siguiente después de unos días mágicos en León: la primera vez que trabajaba de forma regular en un rodaje profesional. Cada día, al acabar la jornada, volvía a casa, a la casa de mi abuela, a echar lo que quedase de día riendo a carcajadas con ella viendo First Dates. Ese programa despierta lo peor del ser humano. Por eso, supongo, están a punto de firmar la duodécima temporada. Me volvía al día siguiente y tenía toda la tarde libre, así que me bajé a la ciudad a disfrutar de Una batalla tras otra en la sala de cine que me faltaba por conocer en León, los Cines Van Gogh. Los putos cines Van Gogh. Qué sala. La entrada a cuatro cincuenta, apenas dos anuncios de publicidad, butacas cómodas y espaciosas... Pero solo hay un dato que haga justicia a la experiencia de la sala: siguen teniendo acomodador.  Bueno total, que llego y lo flipo antes de que empiece el asunto. Pero lo termino de flipar cuando entiendo el motivo por el cual esta joya sigue en pie; ¡El cine está medio lleno un lunes! Maravilla. Si por mi fuese hacíamos miembro de la Academia a todos y cada uno de los empadronados en León.

Toda aquella fascinación inicial contrastó con la sensación que tenía al acabar la película. No es que me sintiese mal ni mucho menos, pero me sentía raro. La causa, según concluí mientras paseaba quince minutos después por el paseo de Papalaguinda, tiene que ver con los treinta segundos seguidos de aplausos que brindó más de la mitad de la sala al aparecer los créditos. Y oye, que no seré yo quien juzgue a la gente que aplaude al ir al cine, si a mi me habría encantado sumarme a ellos... Lo que pasa es que me desubicó un poco. A lo largo de las tres horas de metraje creo que la sala apenas se había reído dos o tres veces contadas. Y la película es una comedia. Ah, y las risas, a parte de circunstanciales ni siquiera ocurrieron con los grandes golpes de efecto. Claramente, durante la proyección, a juzgar por la no reacción de la sala, podías decir que la película no funcionaba. O al menos no como yo creía que pretendía funcionar. Me gustaría haberle preguntado a todos y cada uno de los que aplaudieron qué es lo que habían experimentado viendo la película, me intrigaba profundamente qué efecto o sensación -si no era la risa- había despertado en ellos la forma en la que el bueno de Paul rodó la huida hacia adelante de un padre fumado que se lanza a buscar a su hija y toda la peripecia que ello detona. Del mismo modo que se lo preguntaría a los ya 230K usuarios de Letterboxd que la puntúan con 5 estrellas. 

Mientras paseaba pensaba en la pedrada en la cabeza que tiene Paul Thomas Anderson. A ver, tampoco mintamos, la película tiene su gracia (de hecho hubo cuatro o cinco veces que me sentí un poco avergonzado al ser el único que se reía). Paseando, de algún modo, sentía una suerte de Déjà vu con mi sensación respecto a su anterior película. Tres años atrás, al salir de Licorice Pizza en los Cines Verdi, anduve desde Canal hasta Moncloa tratando de deducir de forma racional qué era lo que pretendía Paul, dado que dicha intención apenas había permeado en mis emociones. Esta vez, uno de los primeros conceptos que rápidamente me vino a la cabeza es el extrañamiento. El extrañamiento es ese recurso narrativo mediante el cual se toma una forma propia de un contexto o género distinto a un fondo dado. Por ejemplo, cuando un sketch sobre una discusión de pareja usa el lenguaje de un duelo medieval. Ojo, que esto no solo sirve para hacer gracietas. Este mecanismo se usa desde hace siglos en todo arte literario, ya que, como he dicho, es simplemente un recurso narrativo. Ya algunos literatos y teóricos rusos de principios de siglo XX habían reflexionado sobre este procedimiento como uno de los muchos que se servía lo literario para lograr que lo familiar parezca extraño o que la percepción común se desautomatice. Ahí van algunas citas interesantes sobre este recurso que seguro sirven a entenderlo mejor de lo que yo pueda explicarlo: 

1. El extrañamiento aplica un tipo específico de lenguaje en un contexto o situación en la que no pertenece. El discurso se ve amenazado por el extrañamiento. El extrañamiento es a la vez una técnica radical y, paradójicamente, común. (Alejandro Melero durante mis seminarios de dramaturgia.)

2.  The aesthetics originates in estrangement, at the point when the automatically given has become strange.  In Formalist aesthetics, analyses of art hinge on a change in levels, called estrangement. The vivid language used in the Formalist accounts of estrangement should not obfuscate the logical operations behind this 'becoming strange'. It is neither a psychological operation nor a practical performance when Formalists write about an artist who 'knows the trick' of estrangement. What they had in mind with this was really levels of linguistic form, which in their contrast produce a logical effect, whose psychological description is estrangement. In the Russian Formalist context this is still closely linked to rhythm and to other prose operations. (Johannes Ehra en 'Cinema and semiotic: Peirce and film aesthetics, narration, and representation')

'Closely linked to rhythm and to other prose operations.' Para mi el turrón del asunto está en ese lugar generalista que Ehra deja como 'Other prose operations'. Enseguida hablamos de ello. 

Una batalla tras otra es una comedia contada en clave de mil formas que no son cómicas. En la riqueza de las puestas en escena que toca el genio de Paul habita el drama, el thriller, el cine de acción... ¡Hasta hay una redada que parece Sicario de Villeneuve, no me jodas! Y todas las ejecuta de maravilla. Tampoco creo que a nadie le sorprenda, el pavo con 25 años hizo Boogie Nights. Pero el hecho es que no hay una sola secuencia cómica cuya puesta en escena sea propia de la comedia. Por así decirlo, me parece que 'Una batalla tras otra' es un ejercicio de 170 minutos de puro extrañamiento. Es una búsqueda (consciente o inconsciente) de los límites del recurso. Y ojo, ahora entiendo de dónde viene. Mis primeras conclusiones tenían que ver con que PTA se halla desde hace veinte años en la búsqueda de la eterna reinvención y originalidad, pero seguro que no es eso. El uso del extrañamiento en este caso no es arbitrario, y creo que tiene que ver con una de esas prose operations: la construcción del punto de vista, piedra angular que busca y construye con mimo todo director momento a momento. El punto de vista es el principal bártulo con el cual despertamos empatía hacia los personajes. Y eso tiene que ver con que una buena construcción del punto de vista nos acerca a la subjetividad del personaje, nos permite entender no solo qué vive sino cómo lo vive. Estoy seguro de que este elemento narrativo estaba en mente de Ehra cuando escribió que el extrañamiento está ligado a muchas otras operaciones a parte del ritmo. ¿Y por qué? Porque en el fondo esa conexión es la que creo que realmente dota de valor al extrañamiento. El extrañamiento es útil porque revela y expone hasta la exageración el punto de vista de un personaje en una situación. El hecho de que tenga sentido contar una discusión de pareja como un duelo medieval es porque, para ellos, aquello es casi cuestión de vida o muerte. 

Por eso entiendo a PTA. Si el arranque de su nueva película se cuenta como una redada de Sicario, es porque para estos revolucionarios metanfetamínicos lo que están haciendo tiene el mismo impacto y peligro que el trabajo de los SEAL en la Frontera de México cuando se disponen a dar caza a la cabeza de uno de los mayores carteles del país. Si la huida por las calles de Di Caprio fumado está contada como un thriller, es porque él lo está viviendo como tal. Y admito que todo este juego tiene su gracia. Sí, realmente la tiene. Pero no olvidemos cuál es la naturaleza de la comedia, que alguna verdad esconderá. La comedia es el género en el que espectador y personaje se encuentran más alejados: cuanto peor lo pase el personaje más se ríe el espectador. Y por eso la puesta en escena cómica suele dejar más aire que cualquier otra. Por eso suele ser más expositiva que dramática. El humor no existe sin libertad. No te ríes si esa era la única opción que tenías. Lo dice Woody Allen, no yo. Y el hecho es que la puesta en escena dramática o de suspense guía y delimita en todo momento la atención del que observa. Te dice 'Mira esto y después esto otro.' Y eso, lo siento, pero al menos para mí pesa más que todo lo demás. O al menos eso intuyo a juzgar por mi anecdótica reacción emocional durante la proyección. ¡Una pena!

Y ojo, que no quisiera yo decirle a nadie, y menos a Paul Thomas Anderson, qué peli hacer y cómo hacerla. Me encanta que siga habiendo directores que hagan las películas que a ellos les apetece ver sin tener en cuenta al resto. Lo que ocurre es que después casi nadie se ríe... ¿Pero entonces? ¿Por qué la gente aplaudió?


Comentarios

Entradas populares