"Mi Carta a David Gistau" por Álvaro Alonso
Querido Gistau:
Mi dolor, y el del gistuistasmo, no es el de un familiar (mi más sentido abrazo para todos ellos), no es el de un amigo (mi más sentido abrazo a todos, Jabois, Bustos, Amón, Antonio Lucas, Herrera, Herrero, Garci, Petón, Jero…), es el de un oyente y un lector que casi todos los días de la semana abría el día con tu opinión y lo cerraba con tus columnas en Orbyt. El que te escuchó en ese espacio tan interesante de Diálogos, que realizabas con Bustos. O, el Café de Redacción con Herrera que me despertaba en la residencia de estudiantes en la que estuve los últimos 2 cursos.
Me
enteré de que nos dejaste mientras jugaba a la play y toda la casa se frenó. Cuando se lo transmití a mi padre
(una persona que tiene la gran parte tus artículos en su disco duro) el silencio
helado dominó, en medio de esas paredes blancas a las que escucharon tantas de
tus opiniones. Al día siguiente leí el último, sí, el que habla de El Irlandés. Horas después me dispuse a
escribir en este blog. No me preguntes porqué. Una vez que asentó mi cabeza y 22
días después necesitaba escribirte, lo mismo que tú hiciste todas las semanas.
Pero nada lo mejorará. Cada día que pasa, cada noticia o locura, que nos deja
la actualidad me pregunto; ¿qué hubiera opinado Gistau?
Rock & Roll, Gistau.
Ya
hace días de tu muerte. No me sentí con fuerzas de escribir sobre ti hasta
ahora y aún me cuesta tener que hacerlo. Pero Gistau, si hay algo maravilloso
que consigue la radio es el establecimiento de un vínculo casi afectivo por
aquellos que forman parte activamente de ella. Tu formabas parte de mi atención
radiofónica durante años. Además, todo esto era incrementado por unas columnas
únicas e inigualables que tenían una capacidad de conexión con el lector
extraordinaria; directas y sin miramientos, nos tratabas como adultos, David.
Tú
no me conocías, probablemente como a otros muchos gistauistas, pero tu estuviste en mi casa. No soy capaz de precisar
las veces que esa voz profunda resonó en las paredes blancas que dominan mi
hogar. Me contaste tu opinión, e incluso gritaste y te enfadaste, mientras yo
estaba embobado, medio dormido y desayunando. Así todas las semanas. He de
reconocer que hace relativamente poco que estoy atento a la actualidad, a pesar
de que la radio siempre estuvo encendida a mi lado. Creo recordar que fue un
verano cuando yo estaba entre eucaliptos y animales en casa de mis abuelos,
cuando mi aficción radiofónica comenzó. Tendía los 15 o 16 años y Paloma
Tortajada sustituía a Carlos Herrera. Tú estabas ahí. Y ahora ella y tú no
estáis.
Mi dolor, y el del gistuistasmo, no es el de un familiar (mi más sentido abrazo para todos ellos), no es el de un amigo (mi más sentido abrazo a todos, Jabois, Bustos, Amón, Antonio Lucas, Herrera, Herrero, Garci, Petón, Jero…), es el de un oyente y un lector que casi todos los días de la semana abría el día con tu opinión y lo cerraba con tus columnas en Orbyt. El que te escuchó en ese espacio tan interesante de Diálogos, que realizabas con Bustos. O, el Café de Redacción con Herrera que me despertaba en la residencia de estudiantes en la que estuve los últimos 2 cursos.

Rock & Roll, Gistau.
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