"Calores" por Álvaro Alonso


Me veo en breves días cumpliendo los tres meses sin salir del recinto en el que vivo y me da pavor. Ochenta días cumplo en el día de hoy, Repito, ochenta. Imagino que en este encerramiento habrá personas que o superen, o se asomen esa cifra de días sin salir. También estoy seguro que existen personas que lo habrán pasado bastante peor que yo, hayan salido o no, al fin y al cabo, para un universitario, abril, mayo y junio, son los meses habituales de encierros eternos delante de libros y apuntes. En mi caso y en términos de “aprovechamiento de tiempo”, casi fue más productivo para los exámenes y trabajos que en situación normal. Sin embargo, si nos vamos a comodidades relativas a las quedadas video-telefónicas de los trabajos de grupo, fue un despiporre bastante importante.

Si les soy sincero, ni me he dado cuenta de que he pasado tanto tiempo encerrado, tal vez por mi habituación a la vida casera o porque, después de todo, lo que más le importa a un estudiante es el verano, no la primavera (al menos a mi). Ahora eso ya se ha acabado; estoy en ese momento del año en el que a pesar de haber acabado lo sustancial del cuatrimestre (me queda un trabajillo por finiquitar), sigo teniendo esa sensación de inquietud aberrante y corriente durante mi curso. No tengo ninguna obligación, pero la cabeza esta tan acostumbrada a ella que “paraqué”.

Esta contradicción personal, por lo general siempre se enlaza con esa época en la que empieza ese insoportable calor húmedo y sofocante de tierras gallegas. Sí, esa en la que el momento más gozoso del día es en el que el agua se derrama como oro o platino por todo el cuerpo. Esa en la que se sale de la ducha sudando; un hecho bastante encomiable, teniendo en cuenta que mis remojos primaveraniegos son en agua completamente fría. Fíjense, soy un hombre con el pelo bastante largo y, a pesar de ello, hacen falta tan sólo cinco minutos para que esté completamente seco. Estoy pensando en comentarle el hecho a Teresa “Miss Simpatía” Ribera, Ministra de Transición Ecológica. Tal vez este clima sea la solución para el siniestro gasto eléctrico en secadores; aunque lo más probable es que me diga que me corte el pelo y si no me siento cómodo, que me vaya. ¡Grande Ministra!

Este clima asfixiante se ve que este año va unido a esa imparable e incesante actualidad política, en la que lo que ha pasado hace tan sólo 48 horas, se difumina con tal facilidad que se recuerda como si hubiera sucedido hace dos años. El flujo informativo supera tales límites que los propios protagonistas lo usan para tapar sus propias atrocidades. Quien se acuerda ya del llamado Delcygate o de esa Fiscal General del Estado proveniente del Gobierno de la nación. Las últimas han sido la ausencia del sentido de la responsabilidad del cargo de todo un Vicepresidente del Gobierno y las injerencias poco disimuladas en la justicia por parte de un gobierno (supuestamente) progresista. En fin, sólo me remito a un aspecto mis queridos amigos, es tiempo de gestores y no de pipollos fantoches que van con el puño cerrado como si acabaran de cazar el mosquito que les molestaba. ¡Mi querida Margarita!

Disfruten de la libertad los que ya se liberaron de tanto estudio y son pajaritos volando hacia el verano. ¡Aburranse! Que a fin de cuentas se está más tranquilo aburrido, que metiéndose en la cabeza quinientas páginas de textos. Y los que no han tenido la suerte de cortar las barras de su celda, ánimo en esa cuenta arriba que siempre termina en bajada.

Recordatorio imprescindible: de mayo a septiembre, barba cortita que a nadie le satisface ese bigote mojado que termina en una gotita directa al pecho.





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