"Consecuencias" por Álvaro Alonso

Navegamos por tiempos tormentosos (y días literales). A pesar de ello percibo cierta calma tensa a mi alrededor. Miramos con asombro cada dato o noticia que se cuela en la conversación. Pero al final la normalidad de años previos se acaba imponiendo. Tal vez sea porque nosotros queremos que se imponga en un intento de disfrutar plenamente del siempre especial verano. Dedicamos nuestro tiempo a hacer lo mismo que otros años, salvo lo cancelado claro.
Ello debería alegrar (y lo hace), significa que no hubo gravedades suficientes como para estar apocados o ausentes. Sin embargo, apariencias a parte, hay unos que actúan como si el Covid estuviera y otros que no. No existe esa unanimidad de los unánimes en culpar por edades, concretamente a los jóvenes. Y es que si cierta parte de los chavalines "pasa" de las recomendaciones es por la ocultación deliberada de la gravedad de la situación. Ya saben el porqué.
Cuando, como responsable de dar a conocer la realidad del momento, se centra en ocultarla por intereses cortoplacistas, las mentes "poco hechas" van a actuar como si nada hubiera pasado, porque básicamente no se le ha enseñado. Eso de Salimos Más Fuertes. Eso de hemos vencido al virus. Eso de no estamos en una segunda ola. Falacias para engordar el discurso y aligerar a los irresponsables. Si a ello añadimos que las personas no nos quitamos los parches de los ojos hasta que no le sucede a uno mismo; se crea una mezcla peligrosamente explosiva.
Este homo tonto es algo que existe, es inexcusable, e independiente. Es una especie desgraciadamente muy extendida, no hay que alejarse mucho de casa para encontrarlos. Pero la responsabilidad del que tiene la autoridad es que decrezcan en el ámbito requerido. No es tan difícil hablar su idioma. En este caso era exponer la realidad por dura que sea. He aquí las consecuencias.

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