"Estornudar" por Álvaro Alonso

Mi visión ha cambiado. Cuando escribo estos tochos, o cuando estudio, o cuando me siento a profundizar en el ordenador, o a ver algún capitulo, es diferente. En realidad, todo ha virado. Es lo que lleva consigo situar lo que se llama “casa” en otra ciudad. Ahora en vez de tener en las ventanas, un jardín, una vecina agricultora y el Pico Sacro de fondo, el paisaje son edificios, aunque al vivir en un séptimo se puede atisbar cierta frondosidad verde. El sentimiento es extraño, no sólo por cambiar de ciudad (evidentemente) sino por cambiar pura zona rural a pura zona urbana. Qué maravilla eso de tener a dos pasos casi todo. No necesitar el coche para nada (figuradamente claro, a mí me encanta conducir). Aunque echo de menos a mi perra, mucho, pero también lo verde. Me he comprado hasta un cactus para, digámoslo de esa manera, rellenar ese vacío naturalista que me vi obligado a sacrificar.

A veces miro por la ventana de mi habitación o salgo a la terraza de la cocina y me entra una especie de déjà vu cinematográfico de La Ventana Indiscreta. Todas esas vidas cruzadas en esta colmena que llaman piso. Unos tienden la ropa, otros riegan sus plantas o simplemente se apoyan en la barandilla sintiendo el ruido de la calle. Le comenté esta sensación a mi amigo Carlos; como si pensada la respuesta tuviera me dijo que sólo me faltaba la escayola en la pierna. A ello le siguieron risas y la conversación sobre cine reglamentaria con esta gran persona. ¡Que importantes son los amigos!

Lo cierto es que soy de las personas más indecisas que existen, hasta comprando el cactus me llevó diez minutos escogerlo. Tomar la decisión de cambiar de lugar fue de las más largas que he tenido. También de las mejores. Ciertas oscuridades parece que se quedan atrás y veo una luz bellísima en la ciudad del bacalao. Los primeros a los que les comenté esta idea me dijeron con una sonrisa y cara de ánimo, que diera el paso. Hoy les doy las gracias.

Estos días un temporal endiablado nos ha asolado. Álex se llama. Veo cuando escribo esto como las plantas de la propietaria del piso se baten como si vivas estuvieran. Salir a la calle supone llevar cuatro capas de ropa y la rotura del paraguas desgraciado. Yo he cazado un buen catarro días atrás. He estornudado en el bus y todos los pasajeros se giraron con sus miradas asesinas. El de delante se levantó y se sentó en otro sitio. Me vi en ese instante como Larry David en un capítulo de Curb your Enthusiasm. ¡No, no todo es coronavirus!

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