"Debatillos, flequillos y dialoguillos" por Álvaro Alonso
Fuente: RTVE |
Tras un día completamente casero, cometí la locura de pasar las últimas horas del día en el debate electoral de los candidatos a las elecciones catalanas. Sabía más o menos lo que ahí me podía encontrar. Y sí, lo que acabé viendo fue una mezcla entre un partido de tenis y un jaleo propio de una fiesta de cumpleaños de niños de cinco años. De lo que estoy seguro es que este supuesto debate no ha cambiado nada; eran los mismos eslóganes de siempre con las bravuconerías de gallitos envilecidas. No sé que fue lo que más me gustó; los tics de Illa, los mofletes y las gafas de Aragonès o el escepticismo que me creó pensar quien narices era esa señora del PDeCAT.
No se puede hacer debate alguno entre nueve personas. A ver
si aprendemos a sintetizar de una vez. A pocas personas le gustan las películas
de más de dos horas y media, exportemos esta simple idea a la política. Al
menos para evitarnos a los espectadores momentos tan aburridos y narcotizantes.
Vi a Laura Borràs muy desconcentrada, como si no estuviera
del todo convencida de lo que salía de su boca. Me parece una mujer con buena
planta, no por el flequillo ese que se le metía en el ojo. Desde luego. Parece
maja y tiene una sonrisa muy convincente. Pero sólo cuando habla en catalán porque
si lo traducen y la entiendes, corres el riesgo de apoplejía inminente.
Me quedaba embobado con la cara de muñeco peculiar de Aragonés,
y la de eterno enfadado que lleva el de las CUP (ni su nombre recuerdo). Pero
siempre me fascinaron las gafas de Carlos Carrizosa, prometo que cuando necesite,
tendré esas lentes de imanes. Lo gracioso era Garriga repetir lo de su jefe,
decir, desdecirse y debatir contra sí mismo, como si de un péndulo de Newton se
tratara.
El protagonista, sin duda, Salvador (no) Illa. No sé si habrá
efecto Illa o no, pero por un día se pudo sentir como Leonardo DiCaprio en sus
películas; el centro de todo. Illa comparó el procés una serie
interminable y me imaginé en ese instante al vicepresidente buscando
desesperadamente donde se podía ver. Y porqué no lo iba a ser, a este paso va a
tener más temporadas que Los Simpson. Pero esta al menos es graciosa, descabellada
y entretenida, el procés es simplemente lo segundo. A mí, Illa me sentó
muy cansino, repitió como mínimo diez veces las palabras reencuentro, diálogo y
hablar. Las puede sentir, pero cuando las repite como el cucú, a parte de
parecer un babieca; es que no habla Salvadó, habla Iván.
Tanto hablar, y hablar, y hablar. Decía Groucho Marx que es mejor
callar y parecer tonto, que hablar y despejar definitivamente las dudas. Pues
eso.
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