"El Agosto de 2021" por Álvaro Alonso

Otro año más aquí. Agosto tiene nombre, queda reservado eternamente siempre que se den las circunstancias. Era aterrador cuando se tambaleaba ese mes pueblerino en el atroz 2020. Y es probable que con el paso de los años se reduzca o vire a otra cosa. Quien lo sabe. Pero frenemos, ¡que aún somos jóvenes!

Pensaba que este año sería más apagado. El paso del tiempo sobre nosotros ya se hace patente y ello incluye la entrada en las edades laborales. Esta situación, junto con la triste ausencia de las legendarias fiestas, hicieron que algunos temores se hicieran reales y personas punteras del verano allí, vinieran mucho menos. Pero la intensidad del disfrute, no frenó, simplemente se transformó. La naturaleza del agosto pueblerino se mantuvo, con la tranquilidad y la buena compañía que acostumbra. Y he de reconocerlo, ha sido uno de los mejores veranos.

Estuvimos los de siempre, aunque menos tiempo. Constantemente digo lo mismo y lo mantengo, los amigos veraniegos son con los que eliges pasar el momento más valioso del año, tus vacaciones, esas que se ganan cada día hasta julio. Eso lo significa todo. Este trajo hasta sorpresas de personas que no iban a venir, y al final vinieron. Me las dieron a mí y ayudé a dárselas a otros. Volvieron a estar las bicis, la piscina, el calor y esas reuniones como si de consejos de ministros se trataran. Y las despedidas hasta otro año volvieron a ser de los momentos más tristes que puede pasar una persona que lo vive hasta los huesos.

Intervalo; las perseidas. Tras años en las que coincidían con días de nubes o una luna en su culmen que evitaba su perfecto visionado, este año lucieron en todo su esplendor. El plan fue sencillamente unas sillas en mi patio; unas noches sólo al calor de la voz de Johnny Cash, y otras con mi mejor amigo entablando una de esas conversaciones que se alargan hasta las tantas de la madrugada. Ver las estrellas en el pueblo es un ejercicio obligado, la limpieza del cielo y la lejanía de la urbanidad lo desnuda todo de tal manera que se visualiza hasta la bruma del brazo de Orión. Es imposible no quedarse embobado ante tal cuadro.

Este año se han pasado por nuestro rinconcito tres buenos amigos. Uno de ellos ha alcanzado los doce días y creo que ha comprendido, al menos parcialmente, la esencia de lo que allí tenemos. El pueblo en verano significa desconexión de todo lo que te rodea en los días rutinarios. Una escapada cuasi completa en la cual se desaparece de la vida y los problemas no son más que simplezas, de esos que se desearían tener siempre. Allí se respira paz, la travesía tormentosa de la vida se para un instante, poco tiempo, pero suficiente para recargarse a uno mismo, rodeado de la nada y de un clima envidiable.

Hay algo de esa esencia que se perdieron los visitantes. Las fiestas, las de los pueblos. Uno de los pilares de esos tiempos. Ese lugar donde los más introvertidos perdemos la vergüenza simplemente para disfrutar. Ese lugar donde se echa fuera del ser todas las heces que la vida dio en los meses previos. Ese lugar en el que se baila, se conocen a las personas y donde se tienen las conversaciones más absurdas jamás vistas. La discomóvil marca el ritmo, y joder, hasta la canción que más se odie, en la fiesta del pueblo suena de maravilla. Lo echo de menos, como todos los que lo disfrutamos en la prepandemia. No hay mayor deseo, mayor esperanza de que no se cumplan tres veranos sin ellas. Quiero que ahí vuelva a sonar el Si o No, el No Rompas Más, Todos los días sale el sol, Flying Free y que, cerrando la fiesta, ya con los primeros rayos de sol, Fiesta Pagana y Soldadito Marinero.

Hablaba antes de los problemas que nos surgen en el rincón, uno de ellos era como narices ir a una fiesta lejana, a veces surgían hasta conflictos. Les digo que ojalá siempre fueran estos los mayores de nuestros problemas. Personalmente ahora afronto el curso más difícil de la carrera (el último, con TFG incluido) alejado de las personas que me aportaron una felicidad envidiable en todos estos meses. La pena invade, pero dicen que todo sacrificio tiene su premio. Hay algo seguro, el pueblo estará ahí cuando todo esto termine. Y espero y deseo, que sea con una discomóvil, mis amigos y bailando en la plaza.


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