Me hizo reír
Hacía tiempo que no pasaba por aquí. Ni siquiera a leer los buenos artículos que mi buen amigo Álvaro escribe a golpe de emoción. No tiene uno malo, se le nota que va cogiendo el pulso del buen contar. Como decía el viejo borracho americano, algo bien escrito escapa al formato en el que se encuentra. Los buenos poemas, las buenas novelas, los buenos guiones. Todos resuenan igual. Tienen una musicalidad línea a línea, palabra a palabra, que te sube las pulsaciones y te dilata las pupilas. Álvaro la va desenterrando, la tiene.
Ayer nos poníamos al día. Nuestra relación sigue siendo la de siempre. Somos unos flipaos que fantasean con sus películas. Como Bud y Hill. Aunque al rebasar la hora de llamada, cambia el tercio y siempre entramos en terreno intenso. Él es un nostálgico, un tipo al que le encanta el Good Ol' Days. Yo un romántico. Cualquiera se une a la conversación en ese momento y nos da una hogaza para dar de comer a los pájaros. Me alegro de que nuestra amistad haya madurado bien.
Las amistades son como el cine, como las mujeres, como un café sólo largo en un vaso con mucho hielo. Son momentos. Son diversión, te hacen dormirte con una sonrisa. Son el último reducto de la sociedad en el que sigue habiendo inocencia.
-Desengáñate, somos física y química.
-Y esa gota de vermú seco que nos han echado en el Martini y ha revolucionado la ginebra, y ya no es ginebra?
Leía el otro día esa réplica del gran Garci a Severo Ochoa. Me hizo reír. Y recordar.
Hace un par de meses estuve en Islandia. Lo que más recuerdo son los ratos embobado mirando el paisaje marciano que tienen por allí. En la Sierra de Guadarrama nos pilla un poco lejos la tundra. O mirando una cascada, o el fuselaje de un DC-3 que tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en los 70 y lo dejaron ahí tirado. Y para cuando me quería dar cuenta mis pensamientos estaban lejos de aquel lugar. Pensaba en qué regalarle a Enzo por su bautizo, en qué podía consistir mi próximo cortometraje, en la gente que había desaparecido este último año. Y también en la gente que había aparecido. En una de esas me di cuenta de lo importante que es la ternura.
Eso recordaba, y por eso reía. ¡Qué sabio es Garci!
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